miércoles, abril 27, 2005

Éxtasis del alma

Hay una estética en los sentidos y en la sensualidad. Eso me lo han asegurado la experiencia y mis antípodas, tan lejanas y cercanas.
Casi todas estas frases son robadas. Como los arrebatos del alma cuando nacen en el cuerpo.

lunes, abril 18, 2005

El canon


Unos cuantos apartes del Canon Occidental de Harold Bloom han pasado por mis manos durante los últimos meses y, consecuentemente, celebro la recuperación del concepto canónico, aunque me sorprende que el autor desconozca el influjo sobre él ejercido por su propia lengua y cultura. En un intento por centrar el canon, se confía demasiado en el genio shakespeariano y desecha la posiblidad de compartir el centro con otros autores. Afirmar que Occidente se encuentre condensado en Shakespeare no es pretencioso, pero sí tendencioso (después de todo, Bloom es neoyorquino). Sé que pocos autores lograron materializar su nación, pero sin duda Cervantes y Dostoiesvski acertaron en la definición de España y Rusia, respectivamente.

De cualquier forma, la obra de Bloom es cuando menos, sensata. Incluso la división misma que hace de los capítulos es desafiante a lo que él denomina la Escuela de la Rebeldía, producto de la Edad Democrática, claro está. En mi opinión, este hombre debe ser algo así como la versión americana y académica de un Pérez Reverte, pero mi ignorancia es grande para aventurarme en afirmaciones de este tipo, así que espero no estar ofendiendo al maestro. En todo caso, un buen sumario de esta densa masa tan llamada civilización.

martes, abril 12, 2005

Volver a mí

El año inició sin mucho poder de mi parte para expresar las miles de circunstancias que una y otra vez me han redefinido durante este tiempo. Escribir se convierte en una quimera para mí cuando todo cambia, todo me cambia y la vida se deshace de su manto para mostrarme su hermosa extrañeza. Y entonces lo impensable ocurre y el amor se acomoda en mis brazos, para recordarme que siempre ha estado ahí, aunque cambie de cara y de nombre.

Escribí sobre la tristeza, porque creí abrazarla toda. La felicidad, sin embargo, es imposible de atrapar y mucho menos con palabras, así que me limito a ponerla de manifiesto. Es con el alma alterada que se busca la tranquilidad, pero sólo llega ésta cuando al espíritu lo embarga el cansancio absoluto y no hay más opción que respirar. Llegué al agotamiento desesperado por no encontrar la paz que hace años perdí sin darme cuenta, y de tanto buscarla me caí dormida, exhausta sobre los días, hasta que ella sola llegó a mí.

Por ahora basta de estas confesiones. En unos días volveré a los libros, mi refugio contra tanta necedad, de la cual sin duda participo, pero de la que me rescata -como siempre lo ha hecho- el amor.