sábado, mayo 14, 2005

El último hombre libre


Cuenta Yourcenar que leyó en un volumen de la correspondencia de Flaubert una frase determinante: "Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre".

Las Memorias de Adriano son el reflejo de ése hombre, en un punto de su vida en el cual, sólo la muerte lo separaba de la sabiduría. El elogio a la humanidad que hace la autora es casi inexplicable en esta época de vulgaridad e ignorancia, y es también -demás está decirlo- un milagroso alivio.

Se me dificulta la expresión mesurada sobre lo que creo ha sido el más hermoso libro que ha pasado por mis manos, lo cual es una tontería, puesto que nunca he podido juzgar un libro estrictamente de forma racional. Así que, en honor al despliegue emotivo que sin duda tiene un mayor valor personal, las páginas de Adriano (guiadas por un suave susurro de Marguerite Yourcenar), son un derroche de humanidad, sabiduría y genialidad.