domingo, enero 23, 2005

Los tres mosqueteros



Mi gran conquista de la era vacacional fue sin duda esta hermosa obra del gran Alexandre Dumas. Intentar leer los clásicos es consolarse un poco frente a este mundo nuestro, cuya mayor gloria es tentarnos a aventurarnos en otros tiempos. La convulsión de la modernidad comienza precisamente en tierras francesas, pero mucho más tardíamente que la obra del maestro Dumas, que nos enseña una época en la que la palabra tenía valor y sentido, y el hombre florecía con valentía, razón y sentimiento.

Los enemigos del presente desconocen por completo el odio encarnizado de lady Clarick, y mucho más su frialdad mental. Desconocen por completo el coraje y el atrevimiento. Los duelos de hoy se realizan entre perdidos misiles y secretos bunkers. Pero no juzgo más, porque hago parte de la comedia. Mi cobardía es tal que aquí estoy, escribiendo en un blog donde me siento más segura. Señalo con el índice todo aquello de lo que me excluyo, sabiendo que es ésa la señal del incluido. He aquí el territorio de los condenados. Apelo entonces al espíritu gentil de D'Artagnan.

martes, enero 04, 2005

El sacerdote

Habiendo vivido más de veinte años entre una comunidad y una familia que profesa el cristianismo, puedo decir que estoy más que acostumbrada a las ceremonias y rituales propios de nuestra fe. Hace unos domingos estuve en misa y recuerdo haber escuchado en la homilía un comentario sobre la importancia de la mujer en el desarrollo de la sociedad. Hasta ahí ninguna novedad, pero todo el ambiente se estremeció cuando el sacerdote dijo que parte de la responsabilidad por la degradación de nuestro mundo actual reside en la destrucción de los núcleos familiares, resultado derivado(nuevamente en parte) de la salida de las mujeres de sus hogares y su correspondiente entrada en el mercado laboral.

No es mi intención defender o atacar. Debo empezar por aclarar que rechazo todas estas ideologías caóticas que pretenden exaltar a las minorías como si el hecho de pertenecer a una de ellas entrañara algún mérito. Esto con respecto al feminismo. De otro lado, ser sacerdote o pastor o clérigo (cualquiera sea su denominación) puede resultar fatalmente peligroso en estos tiempos. Requiere mucho coraje y enormes cantidades de vocabulario políticamente correcto. Requiere moderación y visión. Requiere modestia y algo de coherencia (si es que eso es posible en los seres humanos).

No es un secreto que la sociedad del siglo XXI promete anarquía y egoísmo. El mundo continúa siendo dirigido por gobernantes incapaces, y cualquier institución que pretenda establecer algo de orden es tildada de autoritaria. No es tampoco un secreto que el rol femenino en la historia ha cobrado una enorme vitalidad desde comienzos del siglo pasado. Y para ser más francos aún, es sensato decir que las familias sí han sufrido un proceso de degradación, al igual que todos los sectores de la sociedad. Ahí no se escapa nadie.

Ahora bien, es discutible que esto haya tenido que ver con el ingreso de las mujeres a la industria. Pero no me arriesgo a tanto. Sólo expresaré que, en mi opinión, este proceso de corrupción abarca tantos siglos, acontecimientos y ámbitos, que si quiera mencionar uno resulta ingenuo. No quisiera tampoco aunarme a las voces que claman (especialmente en mi país) que todo anda mal. No es cierto. No hay un día que pase sin que me sorprenda por la virtud que todavía brilla en los ojos de muchos compatriotas. Pero mientras cada cual intente reclamar como suya una serie de derechos que pertenecen a todos (qué puedo tener yo que no tengas tú, o incluso qué puedo ser yo que no seas tú), entonces el egoísmo se convertirá en eso que vemos diariamente en las noticias. Habría que apelar entonces a una identidad común a todos... "humanidad" suena bien para mí. Pero estas son discusiones que me exponen y que no me incumbe hacerlas en un espacio tan abierto. Sólo desearía que Occidente dejara de revelarse contra sí mismo, y que abrazara eso que es, y por supuesto, eso que no es.